martes, 6 de marzo de 2012

DEL EJERCITO ARGENTINO Y LAS FOSAS COMUNES (INCONCLUSO)


DEL EJERCITO ARGENTINO Y LAS FOSAS COMUNES

I.-  Es verano, y como todos los veranos en la cordillera norte el sol inflama el aire que quema las gargantas de los obreros.
Algunos días atrás se habían iniciado las primeras tareas en la obra para el nuevo edificio del Instituto de Seguridad Social.
Roberto, el encargado supervisa que todo vaya bien y que las excavaciones para los cimientos se realicen correctamente.
La retroexcavadora va y viene socavando las zanjas donde se fundará la construcción, amontonando la tierra excedente a un costado del terreno, contra el alambre tejido que lo separa de la propiedad vecina.
Rogelio tira con pericia de las palancas de la máquina que va dejando a su paso una pozo perfectamente recto.
Dos obreros más colaboran perfilando con prolijidad el hueco, quitando con paciencia los restos que la pala mecánica no alcanza a sacar.
Repentinamente uno de ellos, el más joven, interrumpe las labores contemplando con ojos desorbitados el fondo de la excavación; justo enfrente suyo brota de la tierra removida la forma inconfundible de una calavera....

II.-. Las tropas a cargo del General Uriburu, han alcanzado a Baigorrita, que con los restos de sus seiscientos indios de pelea y sus familias, ha emprendido el camino del destierro, antes de pensar en entregarse.
MANUEL BAIGORRIA, alias BAIGORRITA, tiene en ese momento cuarenta y tantos años, es el hijo del cacique PICHUN, ya fallecido, y su nombre le viene de su padrino, el coronel MANUEL BAIGORRIA, quién vivió más de veinte años entre los RANQUELES, a los que inició en la agricultura y le transmitió costumbres sedentarias y el uso de los utensilios cotidianos para vivir mejor.
BAIGORRITA, es pobre y un romántico aficionado a las mujeres. Tiene reputación de valiente, también de manso y jugador.
Le pesa el gran prestigio militar entre los indios y lo lleva valientemente en hombros. De costumbres sencillas, vive modestamente.
Es de mañana, la bruma lo rodea, el grupo marcha por la otra orilla del río AGRIO. Los milicos lo acosan, buscan el vado que conoce de antaño. Los militares guardan pocas esperanzas de alcanzarlos.
De pronto algo sucede entre la indiada en retirada.
La indiada al mando del caciquejo vacila, deciden pegar la vuelta. Baigorrita ordena al grupo, alzando las lanzas y a grito pelado regresan a la carrera. Están decididos a proteger la huida de sus familias que no son más que restos famélicos y andrajosos, luego de leguas y meses de huida.
El telégrafo, algo que escapa al entendimiento del criado de Mariano Rosas, ha corrido la voz a velocidades incomprensibles; mucho más rápido que cualquier chasqui.
El enemigo no lleva lanzas, facones y boleadoras, el tiempo histórico se ha cumplido. La vida y la muerte corren como el aliento.
El huinca extermina los pueblos en nombre del progreso, el comercio y la civilización.
Baigorrita no quiere el destierro, no le importa que sus lanceros arruguen y lo dejen solo, arde su sangre y se embriaga de rabia con sus propios alaridos.
Él mismo no sabe que su tiempo se ha acabado. La mira de un Remington hace puntería en su cuerpo, baja la orden instintiva del sargento que lo empuña hasta el dedo que oprime el gatillo.
El tiro lo baja del caballo como a un pájaro.
Malén Pailef, Aluminé Cayún, Rayén Cayún, Melí Manqué Pailef y Manquellán Pailef detienen la marcha forzada, vienen escapando, a la desbandada buscando refugio en la Cordillera del Viento, a orillas del Curileu.
En pocas horas son presos los últimos combatientes, terminados los caballos de pelea, arrasados los toldos y las sementeras, solo quedan el monte, perdidos los más viejos, que eran despenados rápidamente ni bién eran capturados o morían solos si conseguían huir.
De la chusma, solo las mujeres en condiciones de servirle a los soldados y los menores de ocho años, se salvan de ser degollados.
El resto son pasados a cuchillo, los relhué furiosos, sobrevuelan durante tres días sus cadáveres, pidiendo venganza.

III.- 18 de julio de 1879
DIce el Coronel Villegas:
“A. S.E. el Señor Ministro de la Guerra
Oficial – Según comunicaciones recibidas del Coronel [sic] Uriburu, una de las partidas desprendidas en persecucion de los dispersos de 13 del pasado, dio alcance á una [partida] de indios que huía, matando cinco, y tomando veinte y cinco de lanza y treinta y siete de chusma, con veinte y seis animales caballares, siendo en esta ocasión herido Baigorrita en el combate y murió el dia 17 [sic] de resultas de las heridas recibidas”.

IV.- 16 de julio de julio de 1879
Malén Pailef, Aluminé Cayún, Rayén Cayún, Melí Manqué Pailef y Manquellán Pailef, y Baigorrita herido, marchan con rumbo al cuartel de la IV División.
Baigorrita agoniza llegando a Chos Malal.
“La tribu de Baigorrita, ha sido desde el 13 al 20 del pasado, completamente deshecha, pues toda ella se encuentra en poder de la división del Neuquén; entre los últimos prisioneros tomados, se encuentran tres de importancia que son: “Buchá José” cristiano lenguarás y hombre de acción, que ejercía gran influencia sobre Baigorrita; “Ramon Capulnan” [?] yerno de dicho cacique, y “Huilepan” suegro del mismo”.
La partida oficial llega al pueblo recién fundado. Conducen a las mujeres y los hombres al fondo del patio que ocupa la avanzada de Uriburu, van desnudos, todos desprovistos de cualquier ropaje.
En un último acto de hipócrita reverencia cristiana, los oficiales cubren con sus capotes los cuerpos de las mujeres.
Cuatro milicos cavan una fosa de poco más de un metro de profundidad.
Todos son fusilados, incluido el gran Caciquejo que se debate entre la vida y la muerte.
Nace la primer fosa común de un genocidio que cien años después continuaría el Ejercito Argentino por orden y gracias imperial de los Estados Unidos de América.
Malén Pailef, Aluminé Cayún, Rayén Cayún, Melí Manqué Pailef, Manquellán Pailef, y Baigorrita yacen muertos en el fondo del foso.

Miguel Nieves forma parte del grupo de antropólogos forenses que buscan a los 30.000 desaparecidos.
Llegan a Chos Malal a pedido de las autoridades judiciales y algunos amigos, a extraer los restos óseos hallados por los obreros de la construcción.
Concienzudamente excavan la fosa común creyendo que aquellos restos pertenecen a la masacre más reciente.
No hay dudas, se trata de un fusilamiento, el plomo en la quinta vértebra lumbar de una osamenta, y la vaina servida hallada en torno a la excavación así lo demuestran.
Ha tomado intervención la justicia local y se ha dado intervención a la Justicia Federal.
Después de un tiempo los resultados de los análisis son irrefutables, se trata de restos de principios de fines del siglo XIX, principios del XX.
Todos las pruebas aguardan reservadas en un depósito judicial federal.
Baigorrita no descansa en paz, tampoco nosotros.

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