viernes, 5 de octubre de 2012

LOS QUE VIVEN EN EL VIENTO

LOS QUE VIVEN EN EL VIENTO
Mario A. Alonso

Vuelve a soplar una racha que exhala la Cordillera del Viento.
Apalea la ventisca mi ventana y mi argumento.
Regresa el sonido mezclando el soplo de los álamos con los alaridos rebeldes de quienes, decididos a no capitular, dejarán el cuero a secarse en la aridez de esta Patagonia norte.
Por ahí grita un Ranquel, Baigorrita y un Borohano, Purrán. ¿vuelven con el viento o viven en él?

Durito y una de paredones - Subcomandante Insurgente Marcos


Durito y una de paredones

La Historia, mi narizón cumpleañero, no es mas que un largo paredón. La lucha por el Poder no es, en realidad, más que la lucha por estar en el pelotón de fusilamiento y no frente a él. Así van cambiando el nombre y el rostro de esos patéticos soldados. Sin embargo, quien da las órdenes de ‘preparen, apunten, fuego’, es el mismo”. Durito checa el brillo de su coraza con un hilo de sol que la nube, entre tanta lluvia, ha dejado llegar al suelo.
“Los desposeídos del mundo siguen pasando regularmente frente al paredón y, con la misma regularidad, reciben balas de promesas falsas, humillaciones, olvidos. Y, claro, también reciben balas de plomo. Los que logran pasar a ser del pelotón de fusilamiento, alegan méritos por cada uno de los fusilados de su bando, hacen carteles, corridos y poemas alabando el heroísmo,… y siguen disparando, ahora sobre el siguiente grupo que se forma frente al paredón”.
“Así transcurre la historia. Pero cada tanto, un rebelde llega frente al paredón. Él no disputa entre estar o no en el grupo que dispara o en el que recibe el disparo. El rebelde da la espalda al pelotón. Y no porque tenga miedo, sino porque de esa forma puede hacerle, con la uña, una rayita al muro. Después viene otro rebelde y descubre la rayita y la ahonda. Así pasan unos y otros. El muro se va debilitando y alguna vez terminará por resquebrajarse.
Los políticos seguirán discutiendo y peleando por ver quién dispara, pero ya no habrá paredón ni fusilados. Y los tiros, pasadas sus rasancias máximas, terminarán por vencerse en un suelo donde los paredones sólo serán un mal recuerdo”.
“Claro que, mientras eso pasa, conviene tener un chaleco blindado y responder a las balas de plomo con idénticos argumentos”, agrega Durito.
Yo salgo afuera de la champa. Miro con escepticismo el largo paredón de la noche en las montañas del sureste mexicano. Después de un rato, intuyo, más que ver, una pequeña abolladura en un costado de la pared nocturna. Con la uña del pulgar raspo un poco más.
Más tarde encuentro a un grupo de combatientes veteranos reunidos en torno a la fogata. Los conozco a todos y cada uno. Hace 10 años, salieron junto mío a un combate que prometía todo menos el retorno. Hablan de Sub Pedro. Yo los escucho en silencio. Cuando se dan cuenta de mi presencia, se ponen de pie y firmes. Les indico que en descanso.
Esperan. Yo enciendo la pipa y, ya marchándome, les digo y me digo: “Una raspadura en la noche, ésa es nuestra herencia…”
Desde las montañas del Sureste Mexicano.
Subcomandante Insurgente Marcos.
(publicado en la revista Rebeldía, nº 13, en noviembre de 2003)