"El conjuro de las tormentas guarda un vago secreto de ternura"
Cómo se amaron la tierra y la lluvia cuando se vieron por primera vez, a pleno sol, una cálida tarde de un verano pretérito.
Así anduvieron cortejándose largo tiempo, hasta un día que la lluvia cansada de ver a la tierra reseca se llegó hasta ella, y ésta la tragó.
Hay los que dicen que la lluvia invadió a la tierra con cada una de sus gotas, y le llenó el alma de enormes lagos internos que desde entonces le duelen las entrañas.
Yo no lo sé.
No lo saben la tierra, ni la lluvia.
Ellas siguen amándose, deseándose; la una debajo de la otra, dentro de la otra, encima de la otra.
Desde entonces, el sol se encarga de quitar una a una las gotitas atrapadas en la humedad del suelo para llevarla nuevamente hasta las nubes.
Como antes, en medio del sol, lluvia y tierra se miran, seducen y añoran juntarse.
Cuando esto pasa, habitualmente, también pasa una tormenta con rayos y truenos.
Mario A. Alonso
26 de julio de 2011