viernes, 10 de agosto de 2012

Pincén

Pincén


Pincén fue sentado sobre un matungo ayudado por su sobrino el capitanejo Mariano Pincén y con las manos atadas en la espalda con un tiento crudo, fue llevado a Trenque Lauquen, donde estaba acampando Villegas. 

Martina Pincén de Cheuquelén, nieta del cacique fue testigo presencial de los crimenes aberrantes y realtó la escena diciendo: 
- ...Estábamos todos nosotros (en Trenque Lauquen) cuando vino el General (Villegas) y le habló, y el abuelo dijo: ¡No me maten! Pero después dijo: Si me van a matar que se salve mi familia. 
El cacique se paró, alto como era, blanco, estaba vestido de gaucho, con chiripá y bota de potro, camiseta, camisa blanca. Y lo sacaron con camisa y todo. Se lo llevaron. Estaban allí todos, la finada mamá, mi tía María. Se lo llevaron...” 


Después de treinta y un días de traquetear los caminos polvorientos de la pampa india, a la que los milicos llamaban “desierto”, el 7 de diciembre de 1878, la carreta de bueyes que transporta al cacique Pincén y algunos otros prisioneros entre los que abundan las mujeres, los niños y ancianos, arriba al Fortín Federación, a Junín en el oeste de la provincia de Buenos Aires. 

Allí, un fotógrafo solícita permiso para retratarlo. 
Cuando la sesión estaba a punto, con la gran cámara de madera y su objetivo de bronce apuntando hacia Pincén, éste interrumpió la toma y se dirigió a sus mujeres. 
Luego se supo que se despedía de la familia ante la suposición de su fusilamiento. 

Más tarde, al llegar a Buenos Aires, el fotógrafo italiano Antonio Pozzo, con estudio en la calle Victoria 590, fue autorizado a retratar a Pincén. 
Lo registró solo y con su familia en varias tomas de estudio. 
Entre los testigos estaba el Perito Francisco P. Moreno. El entonces director del Museo Antropológico le ofreció a Pincén prendas, una boleadora y una lanza para las fotos. Así, y a la vista de sus armas, el cacique, de 70 años, pareció recobrar su antiguo ímpetu: enrolló la boleadora a su delgado cuerpo, se colocó la vincha, y blandiendo la enorme lanza, gritó, durante una de las tomas: Que me pongan como entro en pelea. 
Con esta última foto, Pincén se dio cuenta de la importancia de la fotografía. Lo mostraba como el jefe guerrero que fue.