miércoles, 17 de octubre de 2012

REMOLINOS



REMOLINOS
Mario A. Alonso

Anduvo dando vueltas la maleta,
a ver si encontraba reatazos de la historia
que dejara aquella tarde en la vereda.
¡La pucha el pueblo,
    el barrio,
       las casas,
            los rincones...!,
¡claro que tienen alma!,
es de lo que uno se enamora
y ya no pasa.
Anduvo dando vueltas la maleta,
a ver si encontraba los retazos de historia
que dejara aquella tarde en la vereda,
y no las hallaba.
Hubo trajinado hasta el borde los ojales.
Llegado al fondo mismo
de su extensa negrura
los poros de la tela,
y nada que aparezcan.
De haber sabido antes,
le hubiese cambiado
al plátano,
esa parte del tallo
que tocara su espalda sudada,
por dos bolitas.
Al patio de baldosas de la casa vieja,
el puro pedacito
donde quedó la sangre
de unas rodillas mozas.
Tuviese que haber trocado
a la cocina,
el olor a la comida de la abuela,
por las figuritas
y a las habitaciones,
el perfume de ella,
el de la madre y el del padre jóvenes,
por la gomera.
Voló la luciérnaga.
Los bolsillos florecieron
su forro de estrellas
dados vuelta,
y no están.
¿las ha perdido?
¿o se las alcanzó el olvido?,
el que al despertar
dejó en la almohada
por descuido.
Ha dado vueltas la maleta
buscando los retazos de historia
que dejara aquella tarde en la vereda
y los ha hallado
colgando del filoso diente
que muerde en la memoria.