REMOLINOS
Mario
A. Alonso
Anduvo dando
vueltas la maleta,
a ver si
encontraba reatazos de la historia
que dejara aquella
tarde en la vereda.
¡La pucha el
pueblo,
el barrio,
las casas,
los rincones...!,
¡claro que tienen
alma!,
es de lo que uno
se enamora
y ya no pasa.
Anduvo dando
vueltas la maleta,
a ver si
encontraba los retazos de historia
que dejara aquella
tarde en la vereda,
y no las hallaba.
Hubo trajinado
hasta el borde los ojales.
Llegado al fondo
mismo
de su extensa
negrura
los poros de la
tela,
y nada que aparezcan.
De haber sabido
antes,
le hubiese
cambiado
al plátano,
esa parte del
tallo
que tocara su
espalda sudada,
por dos bolitas.
Al patio de
baldosas de la casa vieja,
el puro pedacito
donde quedó la
sangre
de unas rodillas
mozas.
Tuviese que haber
trocado
a la cocina,
el olor a la
comida de la abuela,
por las figuritas
y a las
habitaciones,
el perfume de
ella,
el de la madre y
el del padre jóvenes,
por la gomera.
Voló la luciérnaga.
Los bolsillos
florecieron
su forro de
estrellas
dados vuelta,
y no están.
¿las ha perdido?
¿o se las alcanzó
el olvido?,
el que al
despertar
dejó en la
almohada
por descuido.
Ha dado vueltas la
maleta
buscando los
retazos de historia
que dejara aquella
tarde en la vereda
y los ha hallado
colgando del filoso
diente
que muerde en la
memoria.