jueves, 23 de agosto de 2012

AHORA


AHORA
Mario Angel Alonso



Ahora la luz se ha vuelto tenue

el viento se detuvo

el río baja suave

puedo escuchar tu voz

y extrañarte

viajo hasta tus ojos

miran desde la humedad

que transita eterna

consumiendo la roca

que es el fondo

tus manos rozan la brisa

beso tu boca

en el recuerdo

la vieja herida sangra

brotan ahí emociones pasadas

cansado el sol declina

como siempre

serena la penumbra embosca

se vuelve noche la tarde

marchas nuevamente

viernes, 10 de agosto de 2012

Pincén

Pincén


Pincén fue sentado sobre un matungo ayudado por su sobrino el capitanejo Mariano Pincén y con las manos atadas en la espalda con un tiento crudo, fue llevado a Trenque Lauquen, donde estaba acampando Villegas. 

Martina Pincén de Cheuquelén, nieta del cacique fue testigo presencial de los crimenes aberrantes y realtó la escena diciendo: 
- ...Estábamos todos nosotros (en Trenque Lauquen) cuando vino el General (Villegas) y le habló, y el abuelo dijo: ¡No me maten! Pero después dijo: Si me van a matar que se salve mi familia. 
El cacique se paró, alto como era, blanco, estaba vestido de gaucho, con chiripá y bota de potro, camiseta, camisa blanca. Y lo sacaron con camisa y todo. Se lo llevaron. Estaban allí todos, la finada mamá, mi tía María. Se lo llevaron...” 


Después de treinta y un días de traquetear los caminos polvorientos de la pampa india, a la que los milicos llamaban “desierto”, el 7 de diciembre de 1878, la carreta de bueyes que transporta al cacique Pincén y algunos otros prisioneros entre los que abundan las mujeres, los niños y ancianos, arriba al Fortín Federación, a Junín en el oeste de la provincia de Buenos Aires. 

Allí, un fotógrafo solícita permiso para retratarlo. 
Cuando la sesión estaba a punto, con la gran cámara de madera y su objetivo de bronce apuntando hacia Pincén, éste interrumpió la toma y se dirigió a sus mujeres. 
Luego se supo que se despedía de la familia ante la suposición de su fusilamiento. 

Más tarde, al llegar a Buenos Aires, el fotógrafo italiano Antonio Pozzo, con estudio en la calle Victoria 590, fue autorizado a retratar a Pincén. 
Lo registró solo y con su familia en varias tomas de estudio. 
Entre los testigos estaba el Perito Francisco P. Moreno. El entonces director del Museo Antropológico le ofreció a Pincén prendas, una boleadora y una lanza para las fotos. Así, y a la vista de sus armas, el cacique, de 70 años, pareció recobrar su antiguo ímpetu: enrolló la boleadora a su delgado cuerpo, se colocó la vincha, y blandiendo la enorme lanza, gritó, durante una de las tomas: Que me pongan como entro en pelea. 
Con esta última foto, Pincén se dio cuenta de la importancia de la fotografía. Lo mostraba como el jefe guerrero que fue.