martes, 19 de abril de 2011

Haroldo Conti: vivir en la verdad y la belleza

La noche del 4 de mayo de 1976, Haroldo Conti había ido al cine con su esposa a ver "El Padrino 2". A la salida se encontraron con un amigo que los invitó a tomar un café, pero desistieron, porque sabían que las cosas no estaban bien. Al llegar a la casa los esperaba una brigada del Batallón 601 de Inteligencia del Ejército. Se lo llevaron.


Desde 1975 las FFAA lo tenían en una lista de supuestos agentes subversivos y la Intelligence Advisory Committee, vinculada a la CIA, lo había marcado como "un hombre de Fidel Castro en América Latina". ¿Habrá sido porque le otorgaron el premio Casa de Las Américas? ¿O por su abierta simpatía por el PRT-ERP? ¿O por considerarse un intelectual comprometido? ¿O porque comulgaba con la Revolución cubana? Sí, Conti había tomado los fierros más peligrosos, los de una máquina de escribir. Era un hombre peligroso.


Tal vez la mejor manera de recordarlo sea revivir pequeños fragmentos de su obra, algunos escritos, como fotografías de vida (aunque también creo que reeditar toda su obra sería fundamental):


"Tapado es una calle de arena y ocho casas a cada lado, con la escuela a la derecha, lo que hace nueve para esa parte pues el maestro Cernuda viva y padece en ella desde el '35. La iglesia es una punta, consagrada a San Margarita pero clausurada hace seis años, cuando el padre Ignacio Zárate se escapó con Marianita Castro, tan devota. El cementerio en la otra punta, que es un corral con treinta y ocho tumbas, entre ellas la del FacaSacomano que sembró sus buenos horrores y fue muerto por los rurales cuando se culeaba a la Chola Navarro, que todavía vive en Manzano, catorce leguas, y se hizo lugar de devociones por un tiempo. El almacén de ramos generales de Pedro Centurión a la izquierda, con un surtidor de nafta que no funciona y que de lejos parece la única persona que vive en Tapado y una pista de baile que se anima por lo menos una vez al año, para la fiesta de Santa Margarita María de Alacoque, virgen, el 17 de octubre".
(Fragmento de Mascaró, el cazador americano).

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"Marcelo, Capitán:
Cuéntale a la tía como es ese barquito y cuánto cuesta. Veré lo que puedo hacer. Ojalá pudiera regalarte la flota real británica. Espero que sea un barco razonable, que además de flotar como debe no me hunda a mí.
Los otros días tuve una aventura que te hubiera gustado y pensé mucho en vos. El mar bajó como nunca y quedó a la vista un viejo barco de fierro hundido allí, entre San Bernardo y la Lucila del Mar. No había casi nadie y yo había salido a dar un paseíto para despejar la cabeza. Me arremangué los pantalones y me metí adentro y saqué unos pedazos. Entre ellos una costilla de fiero que traje varios kilómetros sobre los hombros y arranqué con mis propias manos. Estaba cubierta de incrustaciones marinas, mejillones, algas. Una verdadera reliquia. Quedé de cama, con la espalda reventada, pero contento. Parecía Jesucristo llevando aquel travesaño que olía a mar, chorreando agua por todos lados. Ya lo verás, si es que entra en el coche. Junté infinidad de caracoles, maderas, piedras. Los otros días encontré un extraño pez rojo que había arrojado el agua. Todavía estaba vivo. Lo metí en un balde, lo reviví y luego fui hasta La Lucila, que tiene un muelle muy largo, y lo devolví al mar. Puede ser que algún día vuelva a encontrarlo, más grande, y se acuerde de mí.
Me alegra mucho que trabajes en el colegio. Eso te hará bien. A tí y a todos los que te quieren. Trata, como tu hermana, de leer y ver buenas cosas que te ayuden en la vida, que formen tu voluntad, que eduquen tu espíritu. Nosotros nacimos para las grandes cosas, sin despreciar a nadie. Para vivir en la luz y la verdad y la belleza.
Un beso grande, Papá."
(Carta de Haroldo a su hijo, fechada el 9 de mayo de 1973, publicada en revista Crisis nº41).

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"Roberto, hermano:
Espero que esta carta lelgue a tus manos en alguna forma y que algunos meses después llegue a las mías tu respuesta. Es increíble cómo la distancia nos separa. Este año que pasó casi no hemos tenido señales de vida de la Casa, salvo las formales. Yo sé que ustedes nos piensan más de una vez y esa idea nos sostiene. Nosotros lospensamos casi a diario y necesitamos repetirnos constantemente que Cuba está ahí, en nuestra misma América, y que hay una porción de tierra liberada y ahí están nuestros hermanos.
Me dijo Marta que le dijo Gustavo Hernández, de la embajada, que según una carta de Beba yo daba por sentado que este año iba a La Habana. No sé de dónde salió eso pero juro que jamás se me cruzó por la cabeza. Para mí lo que decidan los compañeros está siempre bien porque se hace de acuerdo a los intereses de la Revolución. Así trabajamos aquí día y noche y esto nos salva del individualismo y las decisiones personales tan funestas a menudo. Por otra parte mi mayor alegría es que viaje allí gente nueva para que eso se conozca cada vez más. Sé lo bien que le hace a los compañeros y ojalá que pudiesen ir todos. Muchos se lo merecen y lo necesitan más que yo, inclusive para salvar sus vidas. Quiero que esto quede claro.
En cuanto a la situación aquí, las cosas marchan de mal en peor. Me acaba de informar muy confidencialmente mi cuñado, que es militar, que se espera un golpe sangriento para marzo. Inclusive los servicios de inteligencia calculan una cuota de 30 mil muertos.
Bueno. Otra cosa, para no alagarme demasiado, hermano, MASCARO está prácticamente agotado. Tuvo gran éxito de lectores pero los diarios y revista no hablan de él por razones políticas. Soy una especie de contagioso. Sé de algunos órganos donde hubo órdenes expresas de ignorarme. Es curioso recibir notas desde el exterior y cuanto recorte haya de La Habana. Crisis reproduce lo que puede y se proyecta una campaña con ese material para la reedición en marzo. Te abraza, Haroldo".
(Carta al escritor cubano Roberto Fernández Retamar, fechada el 2 de enero de 1976).

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"Todas las mañanas me despierta la sirena de la Ítalo. Ahí empieza mi día. El sonido atraviesa la villa envuelta en las sombras, rebota en los galpones del ferrocarril y por fin se pierde en la ciudad. Es un sonido grave y quejumbroso y suena como la trompeta de un ángel sobre un montón de ruinas. Entonces abro los ojos en la oscuridad y me digo, cuando todavía me dura el sonido, 'Levántate y camina como un león'. No sé dónde escuché eso, porque a mí no se me hubiera ocurrido, tal vez en la tele, tal vez a un pastor de la escuela del Ejército de Salvación, pero eso es lo que me digo cada mañana y para mí tiene su sentido. 'Levántate y camina como un león'.
La vieja me pregunta siempre qué diablos estoy pensando. La pobre vieja lo pregunta porque en realidad cree que no pienso en nada. Sin embargo tengo siempre la cabeza tan llena de cosas que no me sorprendería si un día de estos salta en pedazos. Estoy seguro de que si la vieja supiera lo que pienso realmente se caería de espaldas. Digo esto, justamente cuando oigo el sonido que pasa sobre mi cabeza, porque a nadie que me mire se le puede ocurrir que me anden tantas cosas por la mollera. Sin embargo somos una familia de pensadores. Mi padre, con todo lo pelagatos que era, pensaba y decía cosas por el estilo y tal vez fue a él quien escuché algo semejante.
A veces, como ahora, me despierto un poco antes de que suene la sirena. Tendido en la cama, con la cabeza metida en la oscuridad, me parece como que estuviera sobre una balsa abandonado hace tiempo en medio del mar. Entonces pienso en todas las cosas de la vida. Como si estuviera muerto o bien a punto de nacer. Aunque en cualquiera de esos casos no pensaría nada, se entiende, pero quiero decir como si estuviera a un lado del camino, no en el camino mismo, y desde allí viera mejor las cosas. O por lo menos lo que vale la pena que uno vea.
Mi madre se acaba de levantar y se mueve en la penumbra de la cocina. Desde aquí veo su rostro flaco y descolorido iluminado por la llamita zumbadora del calentador. Parece el único ser vivo en toda la tierra. Yo también estoy vivo pero yo no soy nada más que una cabeza loca que cuelga en la oscuridad".
(Fragmento de "Como un león", del libro "Con otra gente"- 1967).


"En la Argentina el escritor o bien es un lujo de la burguesía o bien un desterrado político, dentro de una sociedad que, en el fondo, todavía comparte el espíritu del Larousse de comienzos de siglo, que para ejemplificar la palabra famélico utilizaba justamente la figura del escritor. Los primeros sirven y se sirven del sistema en aparente oposición a él, apunta al éxito (un podrido valor burgués) por encima de cualquier cosa y a menudo terminan en París o Barcelona, dentro de esa pequeña aristocracia de las letras por la que se chiflan los Edwards y los Donoso. Y que conste que no me refiero a Cortázar, a quien respeto. En nuestro país, ese insaciable afán de notoriedad ha terminado por convertir a algunos de nosotros en celebridades del espectáculo más que en escritores y del mismo modo que la gente está acostumbrada a oír que nueve de cada diez estrellas usan el jabón Lux de tocador, hoy está obligada a creer que el escritor es una especie de 'Mister... xito' porque la prestigiosa autora Fulanita de Tal transporta su genialidad en el nuevo Fiat 128 o se soba su arrugado pellejo con la crema humectante 'Large bird'. A los otros, los que no sirven ni se sirven, se lso condena al silencio, o a las revistas literarias, que es casi lo mismo porque aparecen y desaparecen con tanta velocidad que uno, a lo sumo, es nada más que eso: un aparecido".(Fragmento deuna entrevista de Juan Carlos Martini Real para la revista Crisis nº16, 1974).