PRINCIPIO DE
OLVIDO Mario A.
Alonso
Cada tanto, alguno rodaba la cuesta de suave lana e iba a caer por un
agujero del morral.
Al principio iba levantándolos; cuando escuchaba el inconfundible sonido de
un recuerdo al golpearse contra el piso, volvía atrás sus pasos y lo alzaba, regresaba
a depositarlo en su sitio y seguía caminando.
De vuelta en casa cosía con esmero cada hoyo nuevo con el fin de no
perderlos más.
Aquellos sutiles fragmentos de imágenes, palabras y sensaciones mantenían
viva su presencia; le gustaba saborearlos cada tanto.
A pesar de la lana nueva, tanto remiendo y costura hicieron de aquella
alforja una bolsa que ya no se parece a nada, y nada indica el origen de los
agujeros.
El otoño se insinúa cálido en los valles del oeste, mancha las colinas y los
bosques de infinitos amarillos, marrones y grises.
Con la estación mudan los colores y también los sonidos.
Las hojas que caen a abonar la tierra, el viento y los pájaros dejan de vibrar
en aquella nota radiante para cambiar de afinación y apagarse un poco.
Los recuerdos que caen de los morrales también suenan diferente, también se
van apagando.
Camina aliviado las primeras horas de este otoño prematuro.
Los recuerdos se le han estado perdiendo, apagado su sonido en medio de la mustia
hojarasca.
No ha pegado más remiendos al viejo zurrón.
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