PESADILLAS Y ESPIRITUS
Y los fantasmas me acechan,
se me echan encima...
me ahogan,
me aprietan,
y a veces pienso que sos vos,
y no....
Esa mañana decidí dormir un rato más; sabía que llegaría tarde al trabajo, pero no me importaba demasiado, el sueño podía más que la conciencia.
Dejé el teléfono al lado y me dí la vuelta disfrutando del calor de las sábanas que me mantenían lejos del invierno que se iniciaba a del otro lado del cristal de la ventana.
Apenas dormido él estuvo cerca de mí, lo presentí y me faltó voluntad para voltear a enfrentarlo.
Inmediatamente fue a sentarse a mi lado, a mi espalda.
Sentí como se hundía el colchón y como las sábanas se estiraban apretándome.
Imaginé que era mi padre.
Echándose sobre mí tomó una de mis manos, apretando un poco.
Justo en ese instante advertí que se trataba de algún fantasma extraño.
- ¡Papá! ¿sos vos? – dije, y con la mano libre traté de tocar su rostro.
Mis dedos se perdieron en una boca abierta, sentí el roce de los dientes raídos.
Me estaba pesando demasiado y me asfixiaba.
En un esfuerzo póstumo, hinché la espalda y me incorporé gritando.
Cuando pude volverme, con el corazón en un puño, él ya se había esfumado.
El costado de la cama conservaba la forma de una figura.
MARIO A. ALONSO
24 de mayo de 2011
Chos Malal, invierno de 2011
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