RETIRADA PROHIBICIONISTA Y REGULACIÓN POR
VENIR
SEBASTIAN
BASALO (Director de la revista THC)
Dejar de criminalizar a quienes consumen drogas y, en
el caso de la marihuana, a los que la cultivan para su propio uso, ya no se
discute. Hoy, el desafío político pasa por dilucidar qué tipo de regulación
reemplazará la anarquía prohibicionista y cómo se implementará formalmente en
un contexto legal global que deberá ser reformado.
Semanas atrás, la Organización de
Estados Americanos (OEA) admitió por primera vez el fracaso rotundo de las
políticas represivas que tan sólo en México produjeron más de 60 mil muertes en
los últimos 6 años, a la vez que recomienda dejar de criminalizar a los
usuarios de drogas y permitir el autocultivo de cannabis.
Días después, el director de la Política Nacional
de Control de Drogas de la
Casa Blanca , Gil Kerlikowske, hizo su aporte: “No podemos
circunscribir la lucha contra las drogas a una Guerra.
Nada bueno puede salir cuando lo único que podemos
hacer con un joven al que se le encuentra marihuana es procesarlo por un cargo
de posesión”.
Luego de la experiencia positiva de los Coffee Shops
en Holanda y los dispensarios de marihuana medicinal en una veintena de estados
norteamericanos, la reciente legalización del cannabis en Colorado y
Washington, la legalización del cultivo y comercio de coca en Bolivia, el
reciente anuncio de la regulación del acceso a la marihuana por parte del
gobierno uruguayo, la realidad exige alternativas reales.
La retirada prohibicionista tendrá una lógica
etapista. De momento, la legalización es inaceptable para el gobierno federal
de los Estados Unidos.
En tanto, la
OEA califica de “drásticas” las soluciones propuestas por los
estados que han decidido afrontar un proceso de regulación (sea para usos
medicinales, recreativos o ambos), pero admite la legalización como un
“escenario posible” a futuro. Allí resaltan una experiencia que con más de una
década de historia en España, demostró ser una alternativa exitosa: la
regulación comunitaria del cannabis mediante el cultivo colectivo sin comercio
que, para la OEA
, se adecúa mejor a los convenios internacionales ya que sólo supone cambios en
la legislación nacional. Los denominados Clubes de Cultivo son grupos cerrados
usuarios de cannabis mayores de edad que se juntan para cultivar sólo las
plantas necesarias para satisfacer su propio consumo, bajo estricto control
estatal y, en ocasiones, generando puestos de trabajo. La marihuana cosechada
se distribuye exclusivamente entre los asociados, lo que evita la búsqueda de
maximización de ganancias propia de un negocio capitalista y que deriva en
adulteraciones que atentan contra la salud de los usuarios, como ocurre hoy con
el tabaco y el alcohol, ni permite el crecimiento de emporios económicos en
torno a la venta legal de drogas, como ocurre con las farmacéuticas.
Por este camino España disminuyó la cantidad de
usuarios de cannabis y los daños a su salud y, sobre todo, redujo notablemente
los índices de narcotráfico.
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