LLUVIA
Cae una
catarata por encima del tejado,
justo a la
izquierda del vaso de vino.
Como si
estuviera mojándome el hombro golpea a mi lado.
Pega, apalea,
golpea.
Incesante maltrata
el piso, porfiándole al aguante del cemento.
El
pavimento áspero aguanta indiferente,
sabe que
algún día será agujero.
No son
estrellas.
Me imagino
la gotas golpeando el piso, rebotando
y subiendo
milímetros que para ellas serán saltos infinitos.
Por detrás,
justo encima de la cabeza, otros ruidos parecidos a clavos
intentan
desesperadamente perforar el techo de chapas transparentes.
Yo pienso
en otras cosas, en cuestiones que escribí un rato antes,
me resultan
importantes.
Las gotas
me distraen, no paran,
me dicen “ey…,
estamos acá”,
somos el
espectáculo imperdible de esta noche
en este
desierto de mierda.
También traemos
la vida… mirá, miranos.
Salgo a la
noche,
agosto está
helado y el agua también.
Casi
imperceptible, detrás de una nube,
justo
encima de la corona del Cerro de la Virgen,
la luna clava
dos cuernos en el occidente.
Llueve en
Chos Malal,
es una
bendición que adelanta un buen verano.
El río pasa
furioso a mi lado,
empuja agua
a raudales.
Ahora el
cielo se detiene, vuelvo al calor
y el
silencio.
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