MARCHITARSE
Mario A. Alonso
La penumbra naciente del descampado
recorta oscura la ciega silueta de una puerta ausente.
Aunque hubo acabado el sueño apenas puedo
ver en medio de las pestañas que porfían cerrándose a la exigua opacidad de la
mañana.
Tu perfil atraviesa la abertura, acompaña
el golpe que junto a tu rostro abruma el juicio.
Bates alas en mi estómago, me ahogas y
comprimes la sien lastimando en la frente, justo encima de los ojos por donde
llegan los aromas.
La boca vuelta espumarajo chorrea los
labios.
Duelen piernas y costillas; rodillas y
hombros.
La cintura tira desde el polo mismo de
mis formas, comprime el corazón.
Cuando percibe cercano el fin, gira y se
marcha.
Ajado compongo el vientre.
Desordenado el lecho conserva tus formas.
Me acechan tus aromas.
Encojo el cuerpo ínfimo estrujando pecho
con piernas, para evitar que duela tanto.
Nuevamente sobrevivo la estocada.
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