SOMETIDOS
Mario A. Alonso
En el mundo, en los países en vías de desarrollo, hay más de ciento cincuenta millones de niños desnutridos menores de cinco años.
En 2007 murieron más de nueve millones de esos niños antes de cumplir esa edad.
Son
tres o cuatro, vagan apiñados con sus perros y unas moscas que eligieron como
territorio sus labios marchitos.
Negros
como sus ancestros, prisioneros de los mismos males. Condenados al abuso.
Las
cabezas, brazos y ojos no armonizan con los vientres hinchados de hambre; no
parecen pertenecer a aquellos cuerpos.
Demasiado
pequeños los unos, demasiado flacos o largos o abultados los otros.
Ojos flacos de tristeza, brazos descarnados de hambre.
Ojos flacos de tristeza, brazos descarnados de hambre.
Pagan
la culpa de haber nacido en el
continente donde brotó el primer hombre, que en realidad entiendo fue una mujer.
En
África la mirada de los niños se parecen a la de los perros flacos que los acompañan.
Los niños tienen por costumbre mirar directo a los ojos, sin ambages. Miran y extienden las manos a modo de solicitud.
Los niños tienen por costumbre mirar directo a los ojos, sin ambages. Miran y extienden las manos a modo de solicitud.
En
otras calles, otros iguales, iguales de flacos e igualmente morenos hunden las cabezas en la basura de las casas y las fondas.
Los
perros y las moscas les compiten por un poco de nuestras sobras.
El
esqueleto cubierto por retazos marchitos de piel morena, los ojos vencidos, los
labios resecos y los insectos fastidiosos que vagan por las bocas impávidas,
siempre abiertas.
Demasiado
pequeños, todos unidos por las cadenas de la opresión.
El impulso
de mirarse en aquellos ojos de azabache es inevitable.
Todos
comparten el color, no he visto blancos hambrientos en África, allá los hijos
de la tierra reclaman indulgencia a los blancos desde que los sojuzgaron.
Los
negros africanos padecen los mismos males que los nativos americanos o los indios
asiáticos y comparten el mismo amo.
El
método de sometimiento se aplicó en inglés. francés o castellano, borrando la
cosmovisión y la cultura, imponiendo una nueva lengua, quemando los libros
sagrados, sepultando bajo las iglesias y catedrales los centros de oración.
El oro
del Perú o los diamantes del Congo acabaron en los anillos del conquistador y
en las bóvedas de los bancos europeos o norteamericanos.
El
nombre científico del germen que los enferma es capitalismo y opresión, y a pesar del paso de
los años no hemos sido capaces de encontrar remedio que alivie las diferencias.
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