2 DE JUNIO
DE 1537, EL DÍA QUE LOS INDIOS FUERON HUMANOS
Mario A. Alonso
Paulo
III terminó el último trozo de cochinillo y eructó vigorosamente en medio de una
borrachera feroz, rodeado entre otros, de su hijo el duque Pier Luigi Farnese y sus dos nietos de 14 y 16 años, Alejandro Farnese y Guido Ascanio Sforza, a quienes había ordenado cardenales.
Ladeándose
a la izquierda casi fue a caerse encima del cardenal Gian Pietro Caraffa que
seguía comiendo y bebiendo el vino traído de la campiña francesa.
Paulo
susurró al oído:
-
Escúchame
Pietro, ¿tu has visto bien a los indios en el último viaje?, yo creo que son
iguales a los críos de Roma, a pesar de caminar en pelotas provocando la lujuria
de todo hombre, he visto al salir la espada brotarle sangre como todo humano
sangra…
El
Papa número doscientos veinte se tambaleaba encima de la mesa, apoltronado en
un sillón coronado por una cruz.
Era
2 de Junio de 1537 y aquel descendiente de Adán y Eva bautizado por sus padres Alessandro
Farnese y rebautizado por la Santa Iglesia Católica con el nombre Paulo III batió
palmas y todos los comensales hicieron silencio.
Como
pudo se incorporó y declaró ante lo más
selecto del cristianismo que a partir de aquel momento, todos los indígenas del
Nuevo Mundo gozarían del privilegio que decía que sí eran humanos.
A
partir de ese día, los nativos de las Américas siguieron su destino de
exterminio; muriendo humanamente empalados, devorados por los perros de guerra,
ahorcados, descoyuntados amarrados a caballos o simplemente bajo la esfera brotada
del caño de un arcabuz.
Las
mujeres continuaron siendo humanamente violadas y sometidas a servidumbre por
los enviados de la curia; todo les siguió siendo humanamente arrebatado, su
territorio, sus libros sagrados humanamente quemados, su oro convertido en
lingotes continuó siendo humanamente embarcado hacia el Viejo Mundo; pero según
el derecho canónico, después de la bula papal "Sublimis Deus", todos tendrían la humana oportunidad
de pasar la eternidad en el paraíso que La Santa Biblia mencionaba.
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